lunes, 19 de octubre de 2015

“Estaría chido un libro de Facebook”: Opiniones encontradas sobre la lectura en pantalla


 
Entre la investigación original en los años 1990s y la nueva investigación en 2014, una de las transformaciones más obvias en las prácticas lectoras de los adolescentes se debe al uso cada vez más extendido de aparatos digitales con pantalla. Aun cuando las estadísticas nos dicen que solamente hay computadoras en el 35.8% de los hogares en México y sólo 3 de cada 10 hogares cuenta con acceso a Internet, más del 90% de la población entre 10 y 18 años se conecta a la Red de forma habitual(1). En México, como en otros países, esta conectividad ha contribuido a la emergencia de nuevas culturas juveniles donde convergen prácticas lectoras híbridas y multimodales. Abordar el tema de la lectura en pantalla es por lo tanta imprescindible para quienes observamos y pretendemos comprender hacia dónde se dirigen las nuevas generaciones en cuanto a la educación y la cultura.

Casi desde el inicio de la extensión masiva de los dispositivos electrónicos y los medios digitales, los investigadores se dieron cuenta de que era imposible aislar las prácticas digitales (“digital literacies”) de otras prácticas, relacionadas con la lectura literaria, la cultura popular y de consumo. Los “enlaces” se han extendido de forma rizomática conforme se han ido creando otras formas de comunicación, redes sociales y sitios en la Red, junto con nuevos modelos de “marketing” de productos culturales tales como los libros o el cine. Las posibilidades de búsqueda, participación y creación han permitido a muchos jóvenes expresarse y relacionarse a través de múltiples plataformas y de modos íntimamente ligados a la conformación de sus identidades, valores y creencias. Para los investigadores de la lectura y la literatura infantil y juvenil se abrió un inmenso campo de estudio sobre la manera en que estos temas encajan y se transforman dentro de un mundo digital. Es un campo que apenas comenzamos a explorar, espoleados por preguntas que, dado el vertiginoso paso de los cambios, requieren de una continua reformulación.

La tarea entonces va más allá de mantenerse al tanto de las novedades en la tecnología, plataformas o aplicaciones, ya que implica una preocupación sobre las preguntas que son y seguirán siendo realmente significativas. Ya algunas de las investigaciones de principios del siglo nos parecen caducas (por ejemplo, los estudios sobre los primeros CD-Rom educativos), sin embargo, hay muchos estudios que continúan proporcionando reflexiones pertinentes, además de los nuevos estudios que se enfocan a temas cada vez más específicos. (2)

En la encuesta y los talleres de lectura  llevados a cabo en el 2014 en las dos secundarias mexicanas, era evidente que teníamos que abordar el tema de la lectura en pantalla, sin embargo, no era nuestra intención intentar abarcar el tema de las prácticas digitales sino simplemente sondearlo para ver, primero, qué tipos de prácticas mencionaban y segundo, qué relación tenía la lectura en pantalla con la lectura en la página. Todavía se sabe muy poco de lo que sucede en México en esta área y queríamos aprender directamente de los jóvenes. Para esta entrada del blog, sólo mencionaremos lo que descubrimos en cuanto a algunos de los “mitos” acerca del tema de la lectura en pantalla, según las opiniones de los “nativos digitales”, las cuales parecen reflejar las opiniones encontradas de la generación de “migrantes digitales”.

Los “Ríos de lectura” (ver entrada del 9 de diciembre de 2014), nos permitieron hacer una lista de los medios digitales que los adolescentes utilizaban en su vida diaria, entre ellos, WhatsApp, Facebook, Messenger. Como era de esperarse, los alumnos de la escuela urbana utilizaban los medios digitales más extensamente y con más frecuencia que los alumnos de la escuela en la zona más rural debido al acceso a los aparatos y al Internet. En ambas escuelas, sin embargo, las opiniones coincidieron y mostraron una percepción polarizada de los beneficios y  perjuicios tanto por parte de los alumnos como por parte de los maestros.

Los participantes expresaron lugares comunes en cuanto a los “peligros” del uso de los medios digitales y de la lectura en pantalla, por ejemplo, notaron que hay virus y sitios “indebidos”, que la interacción social en línea puede ser aislante y que la lectura en pantalla “afecta la concentración”. Curiosamente, el perjuicio más mencionado fue el “daño a la vista”.

Por otro lado, estaban al tanto de los “beneficios” que el mundo digital aporta a la lectura, por ejemplo, mencionaron que podían buscar información sobre autores, obtener reseñas y recomendaciones, localizar y descargar textos (muchos gratis).  Jorge, quien dijo leer sólo en iPad, nos contó que lee no sólo textos científicos sino también obras clásicas y contemporáneas, desde Hamlet hasta Divergente. Aun los alumnos “menos lectores” en cuanto a libros impresos, estaban conscientes de la necesidad de leer en pantalla para entender, por ejemplo, cómo funcionan ciertos videojuegos.

Durante el proyecto, sin que nosotras les indicáramos que lo hicieran, los estudiantes comenzaron a buscar información en la Red acerca de los autores y los libros que estábamos leyendo para los talleres, sobre Francisco Haghenbeck (autor de Justicia Divina – ver entrada del 13 de octubre de 2014), por ejemplo, pero sobre todo acerca de Laura Gallegos, ya que su sitio incluye una variedad de opciones que complementan y extienden la serie de Memorias de Idhún, y permiten la interacción con otros “fans” y con la propia autora. En el transcurso del proyecto los participantes descubrieron también a los “booktubers”, los jóvenes que se hacen un video recomendando libros en YouTube, algunos de los cuales tienen miles de seguidores (3).

Durante las sesiones, surgieron comentarios discrepantes en cuanto a algunos aspectos, por ejemplo si era más fácil encontrar el significado de una palabra en una pantalla o en el diccionario, si era es más fácil concentrarse o distraerse, reflexionar o perderse en la lectura.

Las opiniones encontradas también las encontramos al hablar con las maestras. Por un lado, se refirieron al hecho de que la tecnología digital “nos ha ganado” - como si participaran en una batalla entre el libro impreso y la pantalla. Dijeron que la pantalla distrae de la lectura, que era más difícil hacer una lectura “precisa”, que no siempre era “correcta” o “adecuada” la información que surge de la Red. Por otro lado reconocieron que hay maneras de “aprovechar” al mundo digital para la enseñanza: “Los maestros no le hemos sabido sacar provecho a usar el Facebook o las películas o los videos de YouTube, toda la tecnología que los jóvenes tienen”.

Notaron que era posible crear nuevas estrategias para acercarse a la lectura a través de la pantalla; como sugirió una maestra, “Podríamos decirles: a ver, todos con su celular aquí, todos con su YouTube, órale, en 10 minutos busquen un libro y lo compartimos”.

También reconocieron que los maestros no siempre están al tanto de las nuevas habilidades de los jóvenes y lo que pueden hacer con ellas: “De hecho si te das cuenta cuando hay actividades y presentan sus videos, sus presentaciones las editan tan bien que hasta parecen profesionales.”

Cerramos esta entrada con un comentario de uno de los estudiantes, el cual, al responder a nuestra pregunta sobre qué temas le gustaría leer en la clase de Español, dijo:

“Estaría chido un libro de Facebook” (4)

Nos parece que esta respuesta de Jorge resultó ser revelador en cuanto a lo que implica sobre esa convergencia entre el mundo digital y el de la palabra impresa, ya que pone evidencia el deseo de leer sobre los temas más cercanos a la vida adolescente - una red social digital-  pero a la vez sitúa el tema dentro del medio más tradicional del libro. De esta forma, Jorge nos recuerda que, en cuanto a las “nuevas” prácticas lectoras, ni las divisiones son tan tajantes como nos imaginamos, ni la “nueva” generación de lectores es tan distinta a las nuestra.


(1)  Ver, por ejemplo, Bringué Sala y Sádaba 2008 http://www.razonypalabra.org.mx/Bringue.pdf

 
(2)  Por ejemplo, el trabajo de Jackie Marsh y Guy Merchant en el Reino Unido, el de Margaret Mackey y Jennifer Rowsell en Canadá o el de James Paul Gee en EU. En España, Gemma Lluch ha trabajado el tema y la próxima publicación del equipo de GRETEL de la Universidad Autónoma de Barcelona se centra en este tema.


En 2014, un encuentro de “booktubers” en la Biblioteca Vasconcelos en la Ciudad de México, a cargo de Daniel Goldin, mostró el éxito de esta forma de recomendar y hablar de libros entre los jóvenes. En el número reciente sobre Literatura Infantil y Juvenil, en La palabra y el hombre (Universidad Veracruzana, julio-agosto 2015), Marco Antonio López M. afirma que la comunidad “booktuber” en México es la número uno en América Latina (p.81).

(4)  En México, “chido” es una expresión coloquial de los jóvenes para referirse a algo que les gusta mucho, el equivalente a “cool” en inglés.